Y una noche, echó a andar. Dejó atrás a su familia y amigos, que le ataban a su hogar, y abandonó a los tres en busca de su sueño.
Cuando hubo caminado durante incontables días y noches el cansancio comenzó a pesar sobre él. Empeñó su felicidad y su tristeza en una pequeña tienda al borde de su ciudad natal y, una vez aligerado el peso, prosiguió hacia su destino.
Inexorablemente el tiempo quedó atrás y dejó de serle de utilidad alguna, entonces lo abandonó en un portal deshabitado juntamente con su añoranza y sus recuerdos. No supo cuando, pero al pararse a recapacitar, se dio cuenta que había perdido el amor. Entonces considerando innecesario el esfuerzo de arrastrar con tal carga, regaló su corazón a un niño recién nacido, para que pudiese hacer uso de él.
El peso del vacío y la incapacidad de llegar a su destino le impulsaron ha deshacerse de su más preciado tesoro, y enterrados en un cofre de cristal oscuro escondió sus sueños y esperanzas. Pero para no olvidar donde estaban tatuó en su piel un mapa para poder encontrarlos.
2 comentarios:
Triste pero bonito. Es difícil no perderlo todo cuando se deja todo atrás.
El mapa puede ser la lectura inversa.
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