jueves, 20 de septiembre de 2007

La Extraña

Vino de las estrellas. Todos lo vimos la noche en la que iluminó nuestro cielo, pero nadie supo donde se encontraba su hogar. Habló en un millón de lenguas diferentes, pero nadie escuchó lo que tenía que decir. Podía entender lo que las estrellas tenían que contar, como una canción celestial. Traía consigo cuentos de mundos inimaginables pero nadie los comprendió. Conocía lo que nuestro mundo sabía y se comunicaba con él. Secretos olvidados tiempo atrás, mucho antes de que nosotros alzásemos nuestras manos de la tierra que ella ahora besaba graciosamente a su paso. Relatos tan antiguos que nadie quiso saberlos.

Sus ojos eran como el cielo que nos observa incesantemente, sus manos eran una suave brisa marina que nos arrulla en nuestra pequeña cuna de cristal. Sus labios hablaban con la placidez del océano recordando los cuentos sobre sirenas. Pero nadie quiso dejar que nos sintiera, que nos meciese. Podía ver nuestro interior, nuestros deseos y sentimientos más ocultos, pero eso nos daba miedo y nadie quiso mirarse a través de sus ojos. Tenía un corazón cálido como el interior del mundo, amándonos como la tierra ama las plantas en su superficie. Pero nadie pudo verlo ni se dejó amar. Era un ángel sin necesidad de alas blancas venido para llevarnos a un lugar mejor, un lugar como ella. Pero nadie queso seguirla. Era como un sentimiento olvidado en nuestro interior que incendiaba nuestros corazones y nos convertía en seres mejores, pero nadie quiso ser como ella. Se marchó tan solo unos instantes después de llegar, de ofrecernos el infinito, de que lo rechazáramos. Y nadie quiso recordarla.

Pero unos pocos quisimos escuchar y con el tiempo comprendimos lo que nos quería contar. Nos descubrimos a nosotros mismos encontrando el lugar que nos correspondía en el mundo y nos abrimos como una flor ante el rocío de la mañana. Dejamos los pies presos de nuestras leyes naturales y alzamos el vuelo de corazón, provistos de alas intangibles. Pero nadie quiso mirarnos. Nuestras almas ardieron con sentimientos incomprensibles que nadie quiso aceptar y prisioneros en nuestro propio hogar vagamos como extraños. Vinimos de las estrellas y quisimos iluminar vuestro mundo, pero nadie quiso alzar la vista para ver el regalo que ella nos dejo y que habíamos encontrado. Pudimos tenerlo todo, pero nadie quiso ser feliz.


0 comentarios: