viernes, 20 de febrero de 2009

La tienda de recuerdos (Parte II)

El origen de aquella tienda continua siendo un misterio incluso hoy en día. Y como todos los misterios, está rodeada de multitud de cábalas y conjeturas. Algunos dicen creer que la pequeña tendera fue en realidad una bruja cíngara cuyo cometido era recoger y comerciar con los recuerdos de todo el mundo. Otros creen que hace miles de años hubo una mujer de tan enorme belleza que deseó ser conocida por todo el mundo, pero al cerrar el pacto con un diablo este le borró la memoria y se vio condenada a vivir aferrándose solo a los recuerdos de los demás. Algunos incluso apuntan a que el verdadero dueño de la tienda era un poderoso brujo y que la joven era un elaborado hechizo para atraernos con quién sabe que desconocido objetivo. Pero fuese cual fuese la creencia que tuviese cada persona, sabía con certeza que lo que comprase allí sería tan mágico como real y que lo que allí se comerciaba, eran los recuerdos olvidados de la gente.


***


En una ocasión, un hombre anciano compra un viejo libro y lleno de polvo con la cubierta completamente descolorida. Cuando en su hogar lo lee, recuerda las noches en las que junto a su cama, le leía cuentos e historias a su hijo el cual hace años que no ve. Tal vez entonces, inundado en recuerdos y lágrimas, se decida por fin a descolgar el teléfono y marcar un número que ya ni recuerda, para que al cabo de unos tonos una voz familiar pero muy distinta le conteste. Entonces tras unos minutos de risas y llantos de júbilo acordarán un día volver a verse y tal vez ese no será el último. Tal vez.


También pudo ocurrir que una joven saliese de la tienda con un pequeño bote de cristal, de cuyo interior se percibe un olor dulce y cálido. Ese podría ser el aroma de su primer amor, aquel que años atrás, aun sin ser correspondido, le llenó el corazón de esperanzas y gozo cada vez que se encontraban. Y a lo mejor esa noche, en secreto, se decida y con un poco de valor hable con aquél que es un amigo, a quien en realidad desea como algo más. Ese sentimiento podría ser correspondido y llenarla de felicidad. Pero esto son solo conjeturas.


Una vez alguien compra una cajita de música, del tamaño de una manzana. Y cada vez que la abre suena una musiquilla suave y apagada, la cual no suena igual nunca. Pero la melodía siempre le trae recuerdos de su infancia, de su vida, de todas aquellas ocasiones o épocas que fueron marcadas por una canción, aún sin saberlo él mismo.


En otra ocasión, el cliente no llega a comprar nada. Los demás presentes no logran escuchar la conversación que tiene con la vendedora, pero ven claramente como se funden en un abrazo de amigo, un abrazo de hermano. No puede evitar que sus ojos se inunden con lágrimas y permanecen así unos minutos efímeros. Después le agradece su ayuda y desaparece tras la puerta de cristal.


***


Todas estas y más historias ocurrieron o podrían haber sucedido. Sin embargo, un día la tienda cerró. Todo el mundo se preguntó qué podría haber pasado con aquel mágico establecimiento. Pero donde antes había un refugio seguro para los recuerdos de la gente ahora solo había cuatro pareces vacías y un espacio infinito que antes se encontraba a rebosar de maravillas.


Nadie sabe que pasó con la tienda ni supo nunca nada más de aquella chica tan agradable que la regentaba. Sin embargo en ocasiones, cuando me encuentro sentado en el suelo de mi salón y la luz de atardecer me calienta a través de la ventana, cuando bañado en recuerdos cierro mis ojos, puedo discernir una sonrisa, como la cual solamente un amigo de toda la vida podría ofrecer. Y entonces así es como la recuerdo.

domingo, 8 de febrero de 2009

La tienda de recuerdos (Parte I)

Hace algún tiempo abrieron una nueva tienda en el centro. Pero no se encontraba en una de las avenidas principales, al contrario, estaba situada en una de las callejuelas que las interconectaban, una de aquellas calles con olor a orín y sin apenas luz que tratarías de evitar siempre.


Pero pese a su mala ubicación, la tienda rápidamente fue siendo conocida por las gentes de toda la ciudad, basándose en la única publicidad del boca a boca de aquellos que ya habían comprado en el lugar. El pequeño establecimiento era una tienda de recuerdos, pero no era una tienda convencional y de eso se daban cuenta los clientes nada más entrar.


-Buenos días -. Dijo un joven que acababa de atravesar la puerta del local por primera vez. Se encontraba algo aturdido con la vista perdida en el interior de la pequeña tienda, que almacenaba un sinfín de objetos curiosos y dispares.


-Buenas tardes -. Le corrigió la dependienta con tono jovial y desenfadado.

Era una chica menuda, con el pelo corto en el que se formaban remolinos del color del trigo. Sus ojos eran dos pozos marrones que brillaban al igual que los de un niño pequeño y una sincera sonrisa reinaba en su rostro. Una sonrisa que tan solo un amigo de toda la vida podría proporcionar. Y ahí estaba esa chica, a la que veía por primera vez, inspirándole toda la confianza del mundo.


-Yo quiero…yo buscaba…- dijo torpemente mientras se recuperaba de todos sus pensamientos e impresiones.


-Deseas un recuerdo -. Ella completó su frase mientras le tomaba la mano dulcemente tras haber rodeado el mostrador en el tiempo que su cliente había titubeado.- Y yo tengo uno muy bueno para ti, uno perfecto que te quedará como anillo al dedo- Dicho esto acarició suavemente la mano del joven con la suya propia, antes de soltarla y desaparecer en la trastienda del local.


Apareció al poco rato con una tela de color marrón enrollada bajo el brazo. Parecía algo pesada y la dejó torpe, pero suavemente sobre el cristal del mostrador antes de volver a desaparecer. Esta vez llegó con una caja de cartón, que empleó para guardar el rollo de tela dentro. La cerró con cinta de embalar y la dejó junto a los pies del joven. Este no preguntó nada, pagó el precio y recogiendo su recuerdo salió de la tienda, no sin antes permitir que su vista se perdiese de nuevo en las maravillas de la tienda (entre las cuales se incluía la pequeña dependienta) durante unos instantes más. Una vez hubo salido, se percató de que no sabía exactamente cuanto había pagado por el paquete. Ni tan solo sabía qué había pagado a cambio. Pero de lo que no dudó ni un instante fue sobre lo adecuado de su compra. Aquella era una tienda de recuerdos, pero no una tienda normal. Aquella tienda era mágica, todo el mundo que había comprado allí lo sabía y él lo sabía ahora.


Al llegar a casa abrió su caja y sacó de su interior unas cortinas enrolladas, de color marrón, algo ajadas por el paso del tiempo. Esa misma tarde las colgó. Desde entonces, cuando el sol del atardecer se pone por su ventana, cierra las cortinas, apaga el televisor y se sienta en el suelo del salón. Entonces la estancia se llena de una luz anaranjada que le recuerda a su niñez, cuando a las cinco y media llegaba del colegio y rápidamente, con la merienda aún en la mano, se tiraba en el suelo de su antigua casa a jugar con sus coches o sus canicas. A veces incluso, si respira profundamente, puede notar el aroma a polvo de la vieja alfombra que tenían y sobre la cual jugaba.

martes, 13 de enero de 2009

50 palabras más

Cuentos escritos para el certámen de relatos de 50 palabras para La Esquina


UNA VEZ EN LA VIDA

Llovía como nunca antes. Él inclinó su paraguas para resguardarse. Ella, cubierta su cabeza con el abrigo, corría buscando cobijo.

Dicen que el verdadero amor solo se presenta una vez en la vida.

Se cruzaron. No se vieron. Aun así algo les hizo detenerse y de testigo quedó la lluvia


NUALA

Nuala se despereza tras acicalarse en una fuente de la calle que es ahora su hogar. Sin duda es la criatura más bella, pero nadie lo sabe. Se lamenta, no porque si alguien la viese podría serlo incluso más, sino porque por desgracia, no queda nadie que crea en hadas.


DE NUEVO

Se encuentra sola entre la multitud, observando como tras recoger sus respectivos equipajes la abrumadora masa se disipa lentamente, hasta quedar solo ella. Mete las manos en los bolsillos del abrigo y suspira aliviada. Después sonríe. Nada ha traído a su nueva vida, pero muchas cosas nuevas le esperan allá.


EL MENSAJE

De golpe soltó la mano que agarraba y abrió los ojos:

- Tengo que decirle que he contactado con su marido.

- ¿Bien? Para eso le pago – Interrumpió.

- Él me ha pedido que le diga, que ya que no lo hizo en vida, que por favor le deje en paz en muerte.


LLUVIA

¿No lo ves? ¡Está lloviendo! Mira por la ventana. No, hacia el cielo no. Están abajo, ¿Te fijas? Gente y más gente por las calles. ¿Te das cuenta? Cada uno es una lluvia, una torva de historias. ¿No te entran ganas de soltar el paraguas y adentrarte en la tormenta?


domingo, 14 de diciembre de 2008

50 palabras



Próximamente en La Esquina se celebrará una competición de cuentos cortos, exáctamente de 50 palábras, como tri
buto a la misma iniciativa que tuvo el periódico The Thelegraph hace 20 años. Como todo el mundo está invitado a participar y a aportar tantas historias como desee aqui viene una pequeña aportación por mi parte y probáblemente vayansaliendo alguna más. Para más información consultad el cartél del evento que hay añadido a este post.


LA SEÑORA FOCA Y EL SENTIMIENTO

La señora foca revuelve toda la habitación, buscando.
- ¿Qué buscas? - Pregunta el señor bombilla.
- He perdido un sentimiento y no puedo encontrarlo.
- Los sentimientos no se pierden como si fuesen objetos.
- ¡Pues lo he perdido!
- ¿Y qué sentimiento es?
- ¡No puedo saberlo! -espeta- Ya no recuerdo que es sentirse así.


PALABRAS GUARDADAS

Tenía palabras guardadas en un botecito de cristal, protegidas para emplearlas en el momento propicio, que al fin había llegado. P
ero al abrir el recipiente estas se desvanecieron en el aire, apagándose en un suave murmullo.
Entonces lo comprendió: debería haberlas dicho cuando las pensó, ahora ya carecían de significado.



martes, 12 de agosto de 2008

El Cofre del Hombre Muerto

Y una noche, echó a andar. Dejó atrás a su familia y amigos, que le ataban a su hogar, y abandonó a los tres en busca de su sueño.

Cuando hubo caminado durante incontables días y noches el cansancio comenzó a pesar sobre él. Empeñó su felicidad y su tristeza en una pequeña tienda al borde de su ciudad natal y, una vez aligerado el peso, prosiguió hacia su destino.

Inexorablemente el tiempo quedó atrás y dejó de serle de utilidad alguna, entonces lo abandonó en un portal deshabitado juntamente con su añoranza y sus recuerdos. No supo cuando, pero al pararse a recapacitar, se dio cuenta que había perdido el amor. Entonces considerando innecesario el esfuerzo de arrastrar con tal carga, regaló su corazón a un niño recién nacido, para que pudiese hacer uso de él.

El peso del vacío y la incapacidad de llegar a su destino le impulsaron ha deshacerse de su más preciado tesoro, y enterrados en un cofre de cristal oscuro escondió sus sueños y esperanzas. Pero para no olvidar donde estaban tatuó en su piel un mapa para poder encontrarlos.

Caminó hasta que el peso de su piel fue demasiado para que sus huesos lo soportasen y en ese instante se sentó, al final del mundo, y dejó que la tierra y el polvo formasen parte de su cuerpo y esperó. Esperó y esperará hasta que alguien, algún día, dé con el mapa tatuado en su piel y encuentre el tesoro escondido. Para que alguien que deambule perdido tenga una guia y alcance sus sueños y renueve la esperanza de su caminar

sábado, 17 de mayo de 2008

La locura

La Señora Foca estaba loca y lo Sabía, pero al contrario de lo que piensa la gente, no por ello estaba menos loca. Estaba tan loca que podía aparentar estar completamente cuerda ante la gente, excepto ante sí misma, porque se conocía demasiado bien. Y sabía que estaba loca.

– Estoy loca –. Le dijo a su amigo, como quién comenta el tiempo con un inesperado acompañante en un trayecto de ascensor.

El Señor Bombilla la miró de abajo arriba

– Pues a mí no me lo pareces.

– Por eso precisamente te lo cuento –, replicó comprensivamente – porque sé que no te darías cuenta tu solo, pero yo sé que estoy loca.

– ¿Por qué crees que estás loca? – Retomó su amigo – ¿Acaso tienes alucinaciones?

– No – Repuso ella – Veo lo mismo que el resto de la gente y escucho igual que los demás. Pero siento muchas cosas, tantos sentimientos que no puedo controlar. Algunos de ellos me gustan, y otros siento que me destrozan por dentro. Y lo peor es que no puedo evitarlo, no puedo evocar aquellos que quiero ni desterrar los que me hieren.

– Pero eso no es estar loco, mi querida amiga. Eso es estar vivo.

– Entonces – concluyó la Señora Foca – Esta vida debe ser una locura.

domingo, 4 de mayo de 2008

Melodía

Cuentan los sabios que existen cuatro damas que gustan de reunirse ocasionalmente para disfrutar de la vida y cantar y bailar felizmente durante horas. Suelen verse siempre en el salón de la mayor de todas, quien sentada en su sillón de luz y vestida con un largo traje negro acompaña tarareando en silencio la dulce melodía de las demás. A la más pequeña le encanta danzar y girar. Salvaje y sin control aúlla con su voz que aparentemente parece no seguir el ritmo, pero que tiene una sincronía incluso mayor que la de las demás y su moción es tan grácil y fugaz que cuesta trazar sus movimientos. Por último se encuentran las dos hermanas. Las gemelas son las voces principales de la obra y las dos son una, mientras que a su vez, son completamente opuestas. La más menuda, la soprano, marca la melodía, con su voz clara y brillante. La otra en cambio, con un timbre oscuro y cálido, interpreta el contralto de la obra. Y ambas en conjunción crean y son la más maravillosa melodía mientras danzan sin apenas levantar los pies, arrastrando sus espléndidos vestidos, azul y blanco respectivamente.Y en ocasiones les gusta danzar alegremente a las cuatro juntas. Tomándose las manos giran y ríen viendo a los hombres, tristes y grises, correr a sus hogares para resguardarse de la tormenta. Solamente unos pocos alzan la cabeza, cierran los ojos y dejan que la melodía les empape. Y entonces cantan con las damas y sueñan.