sábado, 17 de mayo de 2008

La locura

La Señora Foca estaba loca y lo Sabía, pero al contrario de lo que piensa la gente, no por ello estaba menos loca. Estaba tan loca que podía aparentar estar completamente cuerda ante la gente, excepto ante sí misma, porque se conocía demasiado bien. Y sabía que estaba loca.

– Estoy loca –. Le dijo a su amigo, como quién comenta el tiempo con un inesperado acompañante en un trayecto de ascensor.

El Señor Bombilla la miró de abajo arriba

– Pues a mí no me lo pareces.

– Por eso precisamente te lo cuento –, replicó comprensivamente – porque sé que no te darías cuenta tu solo, pero yo sé que estoy loca.

– ¿Por qué crees que estás loca? – Retomó su amigo – ¿Acaso tienes alucinaciones?

– No – Repuso ella – Veo lo mismo que el resto de la gente y escucho igual que los demás. Pero siento muchas cosas, tantos sentimientos que no puedo controlar. Algunos de ellos me gustan, y otros siento que me destrozan por dentro. Y lo peor es que no puedo evitarlo, no puedo evocar aquellos que quiero ni desterrar los que me hieren.

– Pero eso no es estar loco, mi querida amiga. Eso es estar vivo.

– Entonces – concluyó la Señora Foca – Esta vida debe ser una locura.

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