sábado, 5 de abril de 2008

Jack Still

Parte cuarta

Yo nunca he matado a una mujer, mi esposa estaba muerta cuando le disparé. Eso es lo que he querido decir todas y cada una de las veces que me acusaron de aquello. En lugar de eso callé y acepté la condena. La prisión no es como la pintan en las películas. Nada de fugas, apenas hay peleas entre los presos, pocas peleas más con los guardas y por suerte nunca tuve ningún problema en las duchas. Por lo demás ninguna noticia nueva. Cinco años en ese agujero y cuando te sueltan sientes que comienza el verdadero castigo. Miradas llamándote asesino y recelos dondequiera que te conozcan. Al fin y al cabo no me puedo quejar. Cinco años sería poco si hubiesen descubierto algo más de mi pasado. Es por ese pasado por lo que soporto esas miradas que me acusan: porque sé que en realidad soy un asesino. Aún así soy más listo que cuando era un niño. Todo un pasado de muertes y trabajos sucios no se ocultan tan fácilmente de la justicia. A alguien no le interesaba que eso se supiera, y tenía su cara bien en mente. Los primeros años, cuando cerraba los ojos, podía ver a Shelly mirándome con los ojos de una bestia y eso me aterrorizaba. Ahora cuando cierro los ojos sigo viendo la misma expresión, pero es el rostro de Vincent el que la contiene. Como ya he dicho soy mas listo que antes y sé por donde moverme. Sé a quién preguntar y a quién sobornar. También sé a quien amenazar para encontrar lo que busco. Los primeros “chicos” que me encuentro son unos novatos. Casi ni siento lástima cuando rompo una puerta con la cabeza de uno. Si que siento verdadera lástima cuando el otro lloriquea y me da las direcciones que necesito. Al final me encuentro con caras conocidas. No deseo dispararles y se lo doy a entender. A menudo lo que yo deseo y lo que acaba ocurriendo no tienen nada en común, también me encargo de que entiendan eso. No hace falta intercambio de balas ni violencia, Vincent quiere hablar conmigo.

Han pasado más de seis años y el cabrón sigue prácticamente igual. Chaqueta y pantalón hechos a medida, sombrero blanco de ala ancha y gafas de sol. Ha cambiado de gafas.

—Has matado a dos de mis chicos­ —me dice sin rodeos.

—Eso no eran “chicos” —contesto con más tranquilidad de la que me esperaba—. Eso eran dos niños jugando a ser mayores.

—Tienes razón —se quita las gafas de sol y continúa—. No hay muchos como tú y cuando necesito manos me adapto todo lo que puedo. Tenía ganas de que volvieras.

—Déjate de mierdas, sé que eres y que le pasó a Shelly.

Su expresión cambia a una que jamás había visto. Me gustaría pensar que es miedo, pero sé perfectamente que eso es imposible. Vincent hace una señal a “los chicos” y estos salen de la habitación, dejándonos a solas.

—Muy bien, dime lo que crees saber.

—Sé que no eres humano —Al menos estaba mayormente convencido—. Mírate, yo no era más que un crío y probablemente tu ya estabas al mando y no habrás cambiado nada al igual que no lo has hecho durante estos seis años —prosigo con mis conclusiones—. Estoy seguro de que has estado jugando con mi vida todo este tiempo. Sé que tú mandaste matar a Shelly, pero reconozco que no entiendo por qué. No te imagino vengándote por haber dejado la casa y de sobras sabrías que no iba a volver si lo descubría todo. ¿Tal vez te gusta acabar de manera macabra con tus hombres antes de que se den cuenta de lo que eres?

—No tienes ni puta idea ­—Me interrumpe bruscamente—. Está bien, no soy humano, en eso tienes razón. También he estado “jugando con tu vida” como a ti te gusta decirlo. ¿De veras piensas que habrías encontrado trabajo después de matar a J.D. si yo no hubiese querido? Yo te di otra vida en lugar de matarte. Yo te dejé sin trabajo cuando quise que entraras a mi casa y yo he procurado en todo momento que no sospechases nada durante todo este tiempo. Pero que te quede una cosa clara chiquillo —Hace una pequeña pausa y parece sorprendido de sus palabras—, yo no maté a tu zorra ni ordené a nadie hacerlo.

Intento reprenderle por llamar zorra a Shelly, pero me es imposible articular palabra, por lo que no puedo interrumpir su discurso.

—Ya te dije que tenemos enemigos, más poderosos de lo que puedes imaginar y no todos ellos son humanos. ¿Nunca te has preguntado por qué te ha ido tan bien en mi casa? —inmediatamente se responde a si mismo—. Porque eres como yo. Y por eso te he estado cuidando todo este tiempo. Eres un luchador nato, estás destinado a ser alguien poderoso. Eras un niño en una familia destrozada y en lugar de hundirte te hiciste más fuerte. ¿Cuánta gente crees capaz de venir y enfrentarse a mí sabiendo lo que tú sabes?

—¿Qué es lo que quieres de mi entonces? —. Al fin encuentro las fuerzas para hablar.

—Quiero tu fuerza, que permanezcas a mi lado. Quiero que seas como yo.

—Yo lo único que quiero es saber quién mato a Shelly. ¿Puedes dármelo si sigo junto a ti?

—Eso y mucho más. Pero para eso debes estar muerto, como yo —Hace una pausa mientras piensa sus siguientes palabras—. La otra alternativa es morir como la gente normal. Tú eliges.

Le miro a la cara. Tiene esa mirada de bestia que tanto me aterrorizaba antes. Ahora no puedo evitar ver a Shelly reflejada en esa mirada y en lo que se convirtió cuando murió como él. Estoy cansado de todo esto.

La vida es una mierda.

0 comentarios: